Cuando asociar lo hablado y lo escrito cuesta: la dislexia

Cuando asociar lo hablado y lo escrito cuesta: la dislexia

Cuando asociar lo hablado y lo escrito cuesta: la dislexia

«Las personas con dislexia siempre sienten estar leyendo algo en clave». con esta frase rotunda resume Francisca Serrano, directora del grupo de investigación Lectura y Escritura en Español (LEE) de la Universidad de Granada, la situación que viven miles de personas con dislexia de forma cotidiana. Un trastorno que afecta, según la Junta de Andalucía, a entre el 2 y el 8% de la población escolarizada (con mayor incidencia en varones), y que constituye el 80% de los diagnósticos de trastorno de aprendizaje de la región. Cuenta con origen neurológico , no tiene asociado ningún motivo sensorial o intelectual, y se traduce en una importante dificultad en el desarrollo de la lectura y la escritura.

En su trabajo como psicóloga, a través de la Clínica de la Universidad de Granada, asesora a los centros educativos sobre el protocolo a seguir en este tipo de situaciones. «Al alumnado disléxico se le ofrece entre el 25% y el 50% más de tiempo de examen, se le facilita información anticipadamente para que puede prepararse, y se es más flexible con las consultas», señal Serrano. En este sentido, se le permite consultar si no entiende una palabra o que se le lea una pregunta. Hay que recordar que la dislexia hace que se confundan palabras escritas, pero que esto no afecta a la comprensión oral.

 

La dislexia no es un problema de inteligencia o de habilidad intelectual. Es uno de los requisitos para poder empezar a hablar de ella. Un ejemplo claro de esto es Luz Rello. Licenciada en Lingüística, fue hace dos años reconocida como la mejor científica joven Europea. Su especialidad es la dislexia, trastorno que ella misma padece. Una mujer brillante que, sin embargo, rozó el fracaso escolar durante años, hasta que una docente de su centro detectó su problema. Una situación que no es poco común.

 

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