Se denomina dislexia a las dificultades específicas que tienen algunos niños para adquirir las habilidades, en la lectura y la escritura, necesarias para progresar con normalidad en los aprendizajes escolares, sin que ninguna causa aparente justifique ese retraso.
Sin embargo, pensando que deben evitar etiquetar a los niños, algunos profesionales mantienen actitudes opuestas al uso de este término. También hay quien considera la dislexia como una manifestación de negligencia o falta de interés o simplemente la considera como un retraso que con el paso del tiempo y el ritmo de aprendizaje se normalizará. es cierto que los niños y niñas pueden presentar un bajo rendimiento en la escuela por diversas razones, pero no diferenciar la naturaleza del problema sólo consigue asimilar un trastorno específico, la dislexia, a dificultades en la lectura debidas a otros factores, contribuyendo así a una errónea comprensión del alumno, y por ello, a una intervención inadecuada o inexistente.
Actualmente, la evidencia basada en los estudios y las investigaciones no permite sustentar estas posturas opuestas a entender la dislexia como una dificultad específica. La dislexia puede aparecer cuando la persona ya ha aprendido a leer y escribir, como consecuencia de un daño cerebral – dislexia adquirida– o puede manifestarse cuando el niño o la niña inicia su aprendizaje causando dificultades importantes en su adquisición y, por ello, en todo el proceso escolar – dislexia evolutiva-. La dislexia evolutiva es un trastorno específico del aprendizaje, estrechamente vinculado a la lectura, a la escritura y a la lengua que interfiere negativamente en la evolución escolar en las actividades que requieren de estas habilidades en personas adultas.
La dislexia evolutiva, a partir de aquí simplemente dislexia, es un síndrome clínico, que como tal tiene el pleno consenso de la comunidad científica. Se define como un déficit que interfiere selectiva,ente en el desarrollo del aprendizaje, tienen su origen en una alteración de naturaleza neurológica y está presente antes de iniciarse el proceso sistemático de enseñanza-aprendizaje. Se manifiesta por una dificultad para aprender a leer y a escribir correctamente, estando preservadas otras funciones del lenguaje, en niños que, por otra parte, parecen tener la capacidad necesaria para adquirir estas habilidades de forma correcta y fluida.
Es una dificultad inesperada ya que no se aprecia ninguna causa que pueda explicarla; el niño no carece de inteligencia ni de motivación y recibe una escolaridad normalizada, todos ellos factores necesarios para el aprendizaje. Es persistente u por tanto está presente en todo el ciclo vital aun en aquellas personas cuyos problemas aparentemente se han resuelto.
El niño disléxico no alcanza las diferentes etapas del desarrollo del aprendizaje lectoescritor con la misma rapidez y corrección que la mayoría de sus compañeros a pesar de la intervención convencional o de los resultados escolares que ha demostrado su eficacia en retrasos, transitorios o permanentes, por otras causas. Esto nos muestra otra característica de este trastorno: es persistente al tratamiento normativo que se aplica en la escuela para mejorar el retraso en la adquisición de la lectura y la escritura , a los esfuerzos docentes y a la aplicación de líneas pedagógicas, aparentemente, adecuadas.
Puesto que la lectura y la escritura son los instrumentos mediadores por excelencia en los que se basan todos los aprendizajes, un bajo rendimiento durante mucho tiempo en estas capacidades, con todas seguridad, va a influir de manera adversa en el rendimiento escolar y producirá un retraso en la adquisición de los conocimientos en todas las materias, lo cual, inevitablemente, propicia el deterioro de la percepción que el niño o la niña tienen de sí mismos y aparecen así los problemas de tipo social y emocional que suelen acompañar a los trastornos de aprendizaje.